Feminismo para principiantes. Nuria Varela.
Un libro que debería ser un manual de formación en IES, Centros de Adultos, Centros Sociales... Un libro sencillo, bien estructurado y muy claro. Abarca desde los primeros movimientos feministas hasta la economía y la globalización. En el capítulo llamado "El cuerpo de las mujeres" -el botín más preciado- nos habla del burka de occidente, del burka de la mujer moderna: la cosmética. Nos habla del infierno del hambre, del Transtorno de dismorfia corporal (TDC) definido como la preocupación anormal por algún supuesto defecto del propio cuerpo, de la invisibilidad de la mujer madura. Pensaba en nuestras hijas y en las trampas que deben sortear.
Gracias a Nuria Varela. Reproduzco aquí un poema de Gioconda Belli que muestra un proceso que nos será familiar a una mayoría de mujeres. Con él termina este capítulo.
Sabor de Vendimia
Recuerdo el terror de las primeras arrugas.
Pensar: Ahora sí. Ya me llegó la hora.
Las líneas de la risa marcadas sobre mi cara
aun en medio de la más absoluta seriedad.
Yo, frente al espejo,
intentando disolverlas con mis manos,
alisándome las mejillas, una y otra vez,
sin resultado.
Luego fue la mirada furtiva de mi reflejo
en los escaparates
preguntarme si la luz del día las haría más evidentes,
si el que me observaba desde la otra acera
estaría censurando mi incapacidad de mantenerme joven,
incólume ante el paso del tiempo.
Viví esas primeras marcas de la edad
con la vergüenza de quien ha fallado.
Como una estudiante que reprueba el examen
y debe caminar por la calle
con las malas notas expuestas ante todos.
–Las mujeres nos sentimos culpables
por envejecer,
como si pasada la juventud de la belleza,
apenas nos quedara que ofrecer,
y debiéramos hacer mutis;
salir y dejar espacio a las jóvenes,
a los rostros y cuerpos inocentes
que aún no han cometido el pecado
de vivir más allá de los treinta o los cuarenta–
No sé cuándo dispuse rebelarme.
No aceptar que sólo se me concedieran como válidos
los diez o veinte años con piel de manzana;
sentirme orgullosa de las señales
de mi madurez.
Ahora,
gracias a estos razonamientos
cada vez me detengo menos
frente al espejo.
Paso por alto
la aparición de
inevitables líneas
en el mapa de vida del rostro.
Después de todo,
el alma,
afortunadamente,
es como el vino.
Que me beba quien me ame,
que me saboree.
Gioconda Belli
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