No había mujeres, aunque las hubiera


Manuel Altolaguirre y Concha Méndez.

De Javier Rioyo

En la generación del 27 no hay mujeres, aunque las hubiera. Sin duda, dos poetas mujeres deberían haber estado mucho más presentes, Ernestina de Champurcín y Concha Méndez.


De la tapada y destapada Concha Méndez quiero contar algunas cosas. El otro día, después de tantos años, y gracias al empeño del Centro Cultural de la Generación del 27, se presentó la poesía completa en la Residencia de Estudiantes. El mismo lugar donde una tarde se presentó la joven Concha Méndez para regalar su primer libro a Federico García Lorca. Se presentó descubriendo un secreto. Se presentó como la desconocida novia de Luis Buñuel. Sí, el contradictorio Luis Buñuel, el "irracional" como le llamaba Pepín Bello, era novio secreto de ésta mujer tan libre, tan peculiar, tan independiente. Amante de los deportes, del jazz, los viajes, moderna sin sombrero y mujer libre en el amor. Toda una rareza en su tiempo. Todo eso, además de una curiosa intelectual y poeta, quedaba tapado por su condición de ser mujer en un entorno muy machista. El tan libre Luis Buñuel, se acostaba -o lo que hicieran en sus relaciones secretas- con Concha Méndez, pero no quería que estuviera en su entorno. No quería presentarla a sus amigos. El maligno de Pepín, esteta y exagerado, decía que no quería presentarla porque no era muy atractiva. No se, es posible. Después no quiso que su mujer estuviera cuando estaban sus amigos porque la bella Jeanne provocaba sus celos incontenibles. No tiene desperdicio su libro de memorias, libro que habría que rescatar: "Memorias de una mujer sin piano", se pudo haber llamado "Memorias de la cocinera de Buñuel". Fue una mujer sin piano porque a Luis le molestaba el piano. Y siempre fue una excelente cocinera. "La mujer, la pierna quebrada y en casa". Como Tristana.


Y Concha dejó de ser novia de Buñuel. Mejor con su amor siguiente, el poeta, editor e impresor, Manuel Altolaguirre. Al menos mejor durante unos años. Fecundos años de creación de la imprenta Sur. De las publicaciones de los poetas de su generación. Y ella seguía en los márgenes. ¿Por qué estas mujeres listas y libres soportaban esas sometidas historias con sus maridos, con sus novios, con su entorno de hombres? Sin duda eran otros tiempos.


Pasaron los años. Llegó el exilio y casi el olvido de una obra que nunca paró. Se separó de Altolaguirre, que se hizo muy amigo de Buñuel, y trabajó en el cine hasta que un fatal accidente de coche, cuando se dirigía al Festival de San Sebastián, acabó con su vida y la de su nueva compañera. Concha siguió siendo una mujer vital, inquieta, buscadora de felicidad a pesar de las adversidades y los desamores. Siguió creciendo como mujer y como poeta. Ahora finalmente rescatada.


Me gustan sus iniciales, una tanto inocentes, escarceos vanguardistas, ultraístas, como ese poema dedicado al jazz y resumen de lo feliz de los años veinte:


"Luces vibrantes. / Campanas histéricas. /Astros fulminantes. / Erotismos. / Licores rebosantes. / Juegos de niños. / Acordes delirantes. / Jazz-band. Rascacielos. / Diáfanos cristales. / Exóticos murmullos. / Quejido de metales."

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