Matria. El horizonte de lo posible. Victoria Sendón de León

Matria nace del anhelo de crear un mundo distinto.
(V. Sendón de León)

Es éste un libro ambicioso, un libro que aborda campos diversos con un objetivo único: la re-evolución. Una re-evolución que implica la transformación del pensamiento. De la inutilidad de las revoluciones no necesitamos más muestra, nos dice la autora, ahora toca el salto cualitativo, el darnos cuenta de que el pensamiento lógico patriarcal mantiene el mismo cuadro con diferentes actores.
Mi sorpresa al iniciar el libro fue mayúscula pues encuentro que aborda la distinción entre lo Real y la realidad, una concepción ligada al budismo, religión-filosofía con la que me identifico y, considero, contiene la única vía de transformación que haría posible un mundo más humano. Lo Real no referido al sujeto, sino concebido como algo que nos trasciende y donde se ubicaría el horizonte de lo posible. La realidad, tal cual la vivimos, no sirve sino para eclipsar esa posibilidad. Lo Real sería el Todo del que somos una pequeña parte y al cual podemos aproximarnos, no de un modo continuo sino mediante la técnica, dice Victoria, práctica diríamos los budistas, de la meditación.
La distinción entre lo imaginario y lo simbólico en la formación del sujeto lo expresa con una claridad que, para mí ha sido reveladora en la explicación de nuestros comportamientos. Lo simbólico es una construcción cultural basada en las costumbres o leyes impuestas desde la dominación, las cuales asumimos e interiorizamos y ahí nos ganan la batalla pues nuestras renuncias y aceptaciones de unos modos de vivir, basados en el modelo patriarcal, están servidos.
De los eufemismos del lenguaje también nos pone ejemplos clarificadores y aquí parece haber un consenso, nada inocente, entre nuestros expertos teólogos y políticos: misión humanitaria por guerra, libertad por libertad de mercado para los poderosos, democracia total por cheque en blanco para los electores, protección a la familia por represión sexual... Y así sucesivamente. Propone la psicopolítica como mediación liberadora en la que lo humano sería la medida de todas las cosas frente a las "razones financieras" o "razones de Estado" que hipotecan o encorsetan nuestras vidas. La mediación nos ayudaría a salir de la alienación que supone el vivir en dimensiones que nos separan de lo que en realidad somos: unidad respecto a nuestro ser y respecto a todo cuanto existe.
Una reflexión, que nos ya tiene un cierto reflejo en nuestra práctica como asociación, es la relativa a la violencia de género. Cuestiona el papel de víctimas en el que nos representan y que representamos, porque desde el victimismo no se puede crear y la política o es creativa o no supone más que un rigodón repetitivo en el que sólo cambian los nombres de los protagonistas. Debemos invertir el discurso y así lo haremos.
En la segunda parte nos recuerda nuestros mitos como base de los arquetipos que condicionan nuestro comportamiento. El patriarcado tuvo especial interés en trastocar y ridiculizar los símbolos concernientes a los poderes femeninos. La reducción del pensamiento de la mujer a "lo concreto" el servilismo, la disposición a agradar, a no cuestionar las raíces de nuestra situación sino sus consecuencias. Por todo esto aceptamos un diálogo con el pensamiento patriarcal basado en sus propias definiciones. Y en ese tiempo que dedicamos "al enemigo"se secan las fuentes de nuevas ideas. No se trata, nos dice, de aceptar sus puntos de partida para luego hacer un política reformista, sino de poner en cuestión los propios cimientos, su lógica, sus motivaciones, sus valores.
Defiende, en base a los estudios de Marija Gimbutas, la existencia de un mundo pasado sin guerras ni guerreros, con cultos a la Diosa Madre y a otras diosas agrarias. Y si existió, concluye, es que es posible.
En la tercera parte aborda un aspecto interesante que cuestiona si la imperfecta condición humana es lo que condiciona y hace imposible una práctica política decente en nuestros pueblos. Nos acerca al diálogo entre dos genios de la política, Maquiavelo y Montesquieu como una contraposición entre el fondo y la forma, el poder y las instituciones, la ambición privada y el bien general. Este capítulo es especialmente interesante por lo cercano, las denuncias y las propuestas. Habla de los políticos profesionales, de los deficientes mecanismos de control, de la responsabilidad de los movimientos ciudadanos, feministas, para dar al traste con la corrupción y los pactos entre los poderosos, bien sean partidos, sindicatos o multinacionales. Defiende la preparación evaluada para acceder a cargos públicos. Se exige profesionalización para todo excepto para ejercer en política, nos dice.
En definitiva, considero Matria un libro imprescindible, un libro del que deberían salir talleres de reflexión, estudio y práctica participativa. Un libro capaz de plantar semillas de luz, como se dice en el budismo.
Gracias, Victoria.

Comentarios

Entradas populares