misoginia en la literatura

La misoginia en el arte y la literatura.
A través del tiempo la presencia de la mujer en el ámbito literario ha sido misógina. Desde los primeros poemas de Gonzalo de Berceo, que escribe para ensalzar a la virgen, y esta salva a borrachos, delincuentes… pocas veces a mujeres. Don Juan Manuel, un mundo de hombres agrerridos, presenta a las pocas mujeres ridiculizadas: Ramaiquía es caprichosa llegando a la ridiculez y la exasperación, Doña Truhana peca de fantasiosa y paga por ello, la falsa beguina, eran las sabias de la época, pero por ello estaban endemoniadas y había que quemarlas.
En Juan Ruíz, la presencia de la mujer es aparentemente equívoca, por ejemplo, ensalza a la hembra pequeña porque en poca cantidad cabe menos veneno de lo malo lo menos.
Siempre quise a la chica más que a grande o mayor/ !escapar de un mal grande nunca ha sido un error!
Esa misma idea se repite en El Corbacho , otro clérigo de Talavera, que hacía responsables a las mujeres de todo lo malo que le pasaba al hombre, había que estar alerta para no caer en sus redes. . Si leemos bien, son estos los que quedan ridiculizados, ya que precisan de los consejos de hombres letrados para no caer en la trampa de las perversas mujeres.
En La Celestina, el diablo es ella, sin embargo, el ridículo más grande lo hace Calisto,
es casi un pelele al lado de Melibea, ser auténtic. Si leemos bien, son estos los que quedan ridiculizados, ya que precisan de los consejos de hombres letrados para no caer en la trampa de las perversas mujeres.
o pero que se suicida por amor. La madre de Melibea, Alisa, queda mal parada, incapaz de reconocer las flaquezas de su hija, y desentendiéndose de sus malas compañías.
El Romancero está plagado de violaciones, asesinatos, vejaciones, incestos, raptos.
En el siglo XVI, fray Luis de León se manifiesta como un retrógrado defensor de la mujer contrarreformista: Físicamente extenuada y emocionalmente anulada, su obra La perfecta casada se la dedica a su sobrina, en ella le induce a seguir este modelo de fiel esposa. En su tiempo hubo profeministas de renombre como Martín de Córdoba o Rodríguez del Padrón.
Si pasamos ligeramente al Barroco, la palma se la lleva Quevedo, su misoginia es patológica, dicen que por un fuerte complejo (era feo, patizambo…) Dedica poemas insultantes a las dueñas capaces de todo tipo de artimañas para cazar al hombre con el noble propósito de desplumarlo. Su Sueño del infierno es extremadamente crudo contra las féminas.
Toda esta misoginia nace de la sociedad intelectual masculina, tiene como base al pensamiento filosófico, por ejemplo a Aristóteles: La mujer es un hombre inferior;
Plinio el Viejo: El contacto con la menstuación es un veneno.
Pitágoras: El principio malo creó al caos y a la mujer.
Lucero: Las niñas empiezan a hablar y a tenerse en pie antes que los chicos porque los hierbajos siempre crecen más aprisa que la hierba buena.
Mientras la obra de estos artistas y sabios era publicada y conocida, inmiscuyéndose en las enseñanzas regladas hacían mella en las mentes de los demás, muchas mujeres que también escribían eran silenciadas, tapadas, ignoradas hasta hoy, por ejemplo ésta:

No sólo un vital aliento tu cándido entendimiento. Das al Pindo más verdor
Te exalta, sublima y dora; Con el alto lucimiento
Divino influjo mejora de tu ingenio superior

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